El conflicto es un fenómeno natural de la sociedad, consustancial, dice la Sociología, donde destacan las constantes disputas de forma histórica; inclusive, los cambios sociales son consecuencia, en gran parte, producto del conflicto, por lo que las contiendas sociales no son expresiones que por sí mismas tengan el fin de afectar la connivencia comunitaria, sobre todo si las causas son de carácter transformativo, de cambio socioeconómico o de sobrevivencia humana.
Sin embargo, el conflicto es también la oportunidad para mejorar, para cultivar una nueva esperanza, para encontrar las bondades de la oportuna y justa negociación o del incumplimiento de su deber, de la parte a quien se acusa como negligente.
En el caso de Oaxaca de Juárez, se mantiene una especie de “estado permanente de conflicto”. Donde, no es el cambio, no es la transformación, no es la búsqueda de ese bien común que debería ser el fin último del Estado y de la misma sociedad organizada.
Tampoco es la creación de infraestructura, como las vialidades que le urgen a Oaxaca, más aún con la entrada en funcionamiento de las vías rápidas a la costa y al Istmo; no es el encarpetado de las calles o cuando menos el bacheo; no es la reparación de los semáforos; no son los servicios de iluminación de las colonias y las agencias de Oaxaca, donde la delincuencia encuentra la sombra adecuada para abusar de las familias; no son los mercados, las escuelas, los parques, el transporte caótico, la contaminación del aire, la basura (residuos sólidos urbanos), la crisis del agua para uso doméstico que se “tandea” cada 15-20 días, en fin, el conflicto no es para eso, cuando menos en Oaxaca, no.
El conflicto en Oaxaca tiene como objetivo el lucro del servicio público. Y lo es desde el poder político o desde la trinchera de “la lucha social”, al fin y al cabo, desde ambas esferas se alienta el conflicto, pero no el conflicto del cambio, ese que transforma, ese que trae la vida digna y los mejores servicios públicos y la mejor educación. No, ese conflicto no viene al caso.
Este mes de diciembre del año 2021, para la ciudad de Oaxaca pasará a la historia como el mes del caos; los bloqueos a la circulación en todos sus accesos, durante casi todo el mes, violentando los derechos humanos y la libertad de tránsito, consagrada en el artículo 11 de nuestra Constitución.
Después de tres días, se levantaban los bloqueos y se hacía una pausa, algo así como una “tregua navideña”, mientras que en varias ocasiones renegociaban las autoridades estatales y municipales, incluso la autoridad municipal electa. No transcurría ni una semana y de nuevo los bloqueos, ahora se esparcía basura frente al supuesto domicilio del presidente municipal, se volvía negociar, se concedía una nueva tregua navideña y en menos de una semana, de nuevo los bloqueos, ahora tirando basura frente al templo emblemático de Oaxaca, el Exconvento de Santo Domingo de Guzmán, ante la mirada atónita de los visitantes y habitantes nativos.
Pero tampoco importó la nochebuena y la navidad, el conflicto continuaba, por un lado, los empleados del municipio, cinco sindicatos que en conjunto suman cerca de cinco mil trabajadores y que tienen su derecho a que les paguen sus salarios y sus prestaciones sociales de fin de año; por otro lado, la autoridad municipal tratando de justificar que no les pagaba a los trabajadores, debido a insuficiencia presupuestal.
Desafortunadamente esta situación es recurrente, sobre todo cada fin de año, pero ahora rebasó toda expectativa, incluso el presidente municipal se inscribió en la tómbola de su partido para ser considerado candidato a gobernador. Hace tres años, la mayoría de electores de Oaxaca capital decidió que Oswaldo García Jarquín sería el mejor presidente, “gobernar obedeciendo”, decía.
Hoy, ante la llegada de una nueva autoridad municipal, hay un renovado ánimo de esperanza, eso generó el triunfo y el trabajo de planeación y cabildeo del presidente electo Francisco Martínez Neri, postulado por el mismo instituto político.
Es recomendable y exigencia social que, para superar el caos cíclico y el conflicto con fines de lucro, se haga una buena planeación, un diseño de políticas públicas, programas y proyectos realistas y que tengan el seguimiento puntual, profesional y con participación ciudadana, para evitar el caos derivado de la negligencia y de la indolencia, como ocurrió en este periodo 2019-2021.
Esteban Ortiz Rodea
- Es Ingeniero Agrónomo en la especialidad de Bosques, por el Instituto Tecnológico Agropecuario no. 7 de Morelia, Michoacán; estudio la Maestría en Gestión Pública Aplicada, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, actualmente es Doctorando en Sostenibilidad en la Universidad Centro Panamericano de Estudios Superiores (UNICEPES). Fundador de la Confederación de Organizaciones Campesinas del Estado de Oaxaca (COCEO); Regidor de Agricultura, Ganadería y Ecología de Matías Romero; Secretario Municipal, Presidente Municipal Suplente y Asesor General en Matías Romero Avendaño; por nueve años fue Delegado Federal de la SEMARNAT en el estado de Oaxaca y de 2015 a 2018, se desempeñó como Contralor General del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO). Actualmente es docente en la Universidad el Medio Ambiente y Ciencias Aplicadas (UMAC), consultor ambiental, forestal y en administración pública y privada.
Creo que en el excelente análisis que se hace, faltó mencionar el papel que sin lugar a dudas jugó el gobierno del estado.
Un abrazo.
Interesante opinión, me gustaría abonar algo sobre el tema de la basura, independientemente del conflicto de salarios, es un asunto que nos corresponde a todos (as) solucionarlo, en primer lugar haciendo conciencia sobre los hábitos de consumo, que esta íntimamente relacionado al sistema económico capitalista, diseñado para hacer compras sin detenerse a reflexionar un poco sobre el impacto ambiental de cada producto que se adquiere.
Por lo tanto el tema de la basura considero que es más un tema de conciencia ciudadana, desde donde debemos partir, para poder hacer un cambio.