OPINIÓN | Cuando no tengo vocación, pero acepto mi premio de consolación – Tribuna Pública

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Como sucede en otros ámbitos laborales o personales, se dice que en la política también existen los “premios de consolación”. Después del “cantado” triunfo de Claudia Sheinbaum, como Coordinadora Nacional de los Comités de Defensa de la 4T (no es otra cosa que la precandidatura o candidatura para la Presidencia de la República en 2024), los demás aspirantes que no fueron favorecidas por las “encuestas”, se les ofrecerá un puesto en el Gabinete presidencial de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, siempre y cuando gane el próximo año. Algunos aceptaron, otros no.

“Imagine cuando esos espacios son Universidades en las que no se tiene la vocación académica y, se pretende conducir a centros educativos con desplantes políticos, utilizando estas instancias como trampolín para futuros cargos públicos de elección popular”.

Cuando no tengo vocación académica, pero acepto mi premio de consolación – Tribuna Pública

Desde luego que la entrega de estos “premios de consolación” no son exclusivos de los gobiernos morenistas, son un lastre que se ha repetido en gobiernos anteriores y, que seguirá practicándose en el futuro, porque estos acuerdos son reglas no escritas de los operadores políticos. Además, es mejor asegurar un lugar en el próximo gobierno y seguir en el foro público a perder notoriedad o protagonismo (no está muy lejos la elección presidencial de 2030).

Con lo expuesto en los párrafos anteriores, se cumple una de las máximas del ejercicio político, en la política no siempre se encuentran a las y los mejores, sino las amistades, acuerdos, compadrazgos, arreglos políticos, pago de favores, etc.

Que nocivo resulta designar personas en espacios públicos (instituciones, órganos, poderes, jefaturas, direcciones) a personas cuyo mérito se reducen a la amistad o sentimiento correligionario de quien les designa u ofrece el cargo. Es en este momento, cuando la ética (que en muchos casos no existe), debe presentarse y, en caso de no sentir la vocación, no contar con la preparación académica o experiencia en el servicio público no se debe aceptar la designación, pero cómo rechazar el no seguir en la palestra pública.

Supongo que ya se imagina el daño que se la hace a las instituciones públicas cuando sucede lo anterior, ahora imagine cuando esos espacios son Universidades en las que no se tiene la vocación académica y, se pretende conducir a centros educativos con desplantes políticos, utilizando estas instancias como trampolín para futuros cargos públicos de elección popular.

¿Acudiría a un mecánico para sacarse una muela? ¿Recurriría a un médico para que le repare su vehículo? Entonces, ¿por qué en la academia se designan a personas que no cuentan con una trayectoria en este ramo, que no poseen un perfil de investigación o que no pudieron conseguir un cargo de elección popular? ¿En verdad, no existe gente capacitada con credenciales en este campo?

Designar a este tipo de personas en puestos académicos o educativos, así como en cualquier otro cargo público de bajo, mediano y alto rango; por lo regular, trae consigo problemas institucionales, los cuales se manifiestan, en este ámbito, en un descontento de la comunidad docente y estudiantil.

Independientemente del impacto nocivo que se ha mencionado, es insoslayable comentar el daño que se la hace a la trayectoria, prestigio, fama y nombre de las instituciones que durante años han construido con esfuerzo, disciplina escolar y resultados, los cuales se manifiestan en las y los egresados que contribuyen al desarrollo y crecimiento económico de Oaxaca y México.

Al observar las designaciones “políticas” en espacios académicos, evoqué lo que escribió Max Weber en su libro “El político y el científico”: “Pero tampoco en mi opinión, los profesores [área directiva] deben hacer política en las aulas y menos que nunca al ocuparse de la política desde el punto de vista científico […] el verdadero maestro [área directiva] habrá de cuidarse mucho de inducir hacia una posición determinada a sus alumnos aprovechando de su autoridad…” (las cursivas son mías).

Quien se ostenta como político le interesa conservar el poder; es correcto su anhelo, pero también conlleva la responsabilidad de velar por el bien común y, en un acto de congruencia, si no es la vocación el estar en espacios académicos o educativos, se debe optar por el bien del aprendizaje y no de intereses personales.

Al final, usted, tiene la mejor opinión…

Eduardo Bizuet

  • Ex Defensor de las Audiencias de la CORTV. Licenciado en Derecho, maestro en Derecho Constitucional y Administrativo, maestrante en Ciencias de la Educación. Desde 2010, es docente en las áreas de Derecho, Ciencias de la Comunicación, Ciencias Políticas, Ciencias Sociales y Económico-Administrativas.

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